Claudia Lemos Vóvio
Universidad Federal de São Paulo Brasil
Al hablar sobre “prácticas de lectura” nos referimos a un objeto producido en tiempos y espacios sociales específicos y que se da gracias a las relaciones entre personas; son, por lo tanto, muy diversas. Esa forma de concebir las acciones que involucran a la lectura (en plural) se oponen a un enfoque que la considera como un acto invariable, homogéneo, referido a un pequeño conjunto de géneros y autores que se asumen como legítimos y dignos de ser leídos, y al hábito y la frecuencia con las que las personas practican esta actividad.
Cuando echamos mano del término “prácticas de lectura”, por tanto, nos referimos a actividades humanas fuertemente influidas por las condiciones sociales e históricas particulares que configuran las maneras de leer, los usos de la lectura, los sentidos y sus posibles significados, así como los modos de aprender y enseñar a leer y los materiales necesarios y posibles de ser leídos.
Para reflexionar sobre las prácticas de lectura, en este artículo trataremos algunos de los discursos que se han elaborado sobre ese tema y sus significados y sentidos posibles, los cuales están históricamente sustentados, ideológicamente constituidos e impregnados por múltiples voces sociales. Los discursos que abordaremos son claves para meditar sobre las prácticas de lectura que llevamos a cabo en los programas de alfabetización de jóvenes y adultos, con la finalidad de promover la formación de lectores.
Como punto de partida asumimos que en los grupos de alfabetización, tanto los educadores (que planean y desarrollan propuestas para el aprendizaje), como los estudiantes (que se comprometen en el proceso de aprendizaje y se familiarizan con nuevas prácticas y objetos de estudio) se forman mutuamente como usuarios de la escritura en las acciones que comparten.
¿Qué se tiene que aprender?
Cuando asumimos que las prácticas culturales, específicamente las relacionadas con el acto de leer y con el universo de la escritura, son diversas, ampliamos el horizonte acerca de los “objetos” de la lectura, las formas de leer, los comportamientos y los gestos y gustos que los individuos asumen frente a la lectura. Esta manera de entenderla nos permite sacar a la luz la variedad de prácticas lectoras que existen y un número sorprendente de voces y discursos que no son reconocidos por quienes afirman que la lectura es un acto invariable y único, que quien lee es un cierto tipo de lector idealizado al que todos debemos aspirar, y que solamente por medio de la educación escolar se puede adquirir tal conjunto de habilidades y actitudes.
Persisten en nuestros días los más variados discursos que pregonan que “el lector” es aquél que lee ciertos libros de ciertos géneros literarios y de divulgación científica, que vienen a ser los más “representativos”, los que más valora cada cultura y a los que todos deberíamos tener acceso. Se afirma que los lectores son aquellos que están siempre bien dispuestos frente a estos géneros literarios, que leen con frecuencia y que acostumbran este tipo de “consumo cultural”. A ese lector ideal se refieren los críticos literarios, los intelectuales y las personas que leen “buenos libros” (aquellos que pocas personas leen, que son difíciles de comprender y que aún le gustan a una minoría). Al concebir a la lectura y al lector de esa manera, se establece una jerarquía de objetos, de géneros y de soportes, y se clasifica a los lectores de acuerdo con aquello que consumen, con las oportunidades de acceso y la frecuencia con que leen, de manera que se excluye a los que no entran en el esquema, es decir, a quienes se considera como no lectores.
En otro enfoque muy diferente, cuando hablamos de “prácticas de lectura” nos referimos a los procesos inmersos en las más diversas situaciones y ámbitos sociales en los que la lectura y la escritura están presentes, y con los que nos familiarizamos, aprendemos y desempeñamos distintos papeles. Este enfoque de la diversidad nos da la posibilidad de reconocer la pluralidad en el interior de las sociedades y grupos humanos y les permite, a quienes participan en procesos educativos, asumir al otro desde la multiplicidad, heterogeneidad y variedad de los modos de practicar la lectura, de los objetos que se pueden leer y de las formas como las personas se apropian de los textos y hacen uso de ellos localmente.
Esas formas de observar y comprender las prácticas de la lectura fueron constituidas y han sido influidas por los estudios desarrollados en los últimos 25 años, que conciben las prácticas del uso de la escritura como algo necesariamente plural: las diferentes sociedades y grupos sociales desarrollan diversas formas de usar la escritura que provocan diferentes efectos sociales y mentalidades en contextos sociales y culturales específicos. Esos modos de usar la escritura están profundamente relacionados a las identidades que pueden producirse en la interacción y la toma de conciencia que puede propiciar cada situación. Así, en cada nueva experiencia donde la escritura se hace necesaria para actuar y para atribuir significado a lo que se está haciendo, pueden ocurrir cambios tanto en los modos como las personas se perciben a sí mismas y a los otros, como en las posiciones que se pueden asumir durante las interacciones.
En esa perspectiva, las prácticas de lectura se definen y concretan en contextos sociales particulares y están relacionadas con las actividades, las interacciones y la apropiación de bienes culturales que se presentan en cada sociedad, específicamente en aquello que se relaciona con la escritura. Es justamente cuando analizamos lo que las personas hacen con la escritura que podemos identificar lo que los textos y sus usos significan para ellas. El desarrollo de las investigaciones llevadas a cabo en esa vertiente ayudalos que no entran en el esquema, es decir, a quienes se considera como no lectores.
En otro enfoque muy diferente, cuando hablamos de “prácticas de lectura” nos referimos a los procesos inmersos en las más diversas situaciones y ámbitos sociales en los que la lectura y la escritura están presentes, y con los que nos familiarizamos, aprendemos y desempeñamos distintos papeles. Este enfoque de la diversidad nos da la posibilidad de reconocer la pluralidad en el interior de las sociedades y grupos humanos y les permite, a quienes participan en procesos educativos, asumir al otro desde la multiplicidad, heterogeneidad y variedad de los modos de practicar la lectura, de los objetos que se pueden leer y de las formas como las personas se apropian de los textos y hacen uso de ellos localmente.
Realizar la siguiente actividad:
Resolver el Crucigrama: donde encontraras varias palabras claves del texto.
http:uk1.hotpotatoes.net/ex/48037/UGFKDN.php
LLevar las respuestas a la clase. (en el cuaderno)
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